Hoy comenzamos la semana 19. La aplicación del móvil dice que la nena ya es del tamaño de una naranja grande y pesa unos 240 gramos... ¡cómo crece! Supuestamente a partir de esta semana ya es capaz de hacer gestos como sonreír y fruncir el ceño, lo cual la va a resultar de una enorme utilidad porque estoy convencida de que a esta niña le gusta tan poco la renta como a su madre. Ya lo dice la tía novata.
Esta semana que hemos pasado se ha hecho bastante cuesta arriba pero el fin de semana lo está arreglando todo con creces. La vuelta al trabajo ha sido horrible. Cuando entré el lunes en mi despacho y vi las montañas de papeles sobre la mesa me dieron ganas de salir corriendo. Según nuestro sistema de trabajo, cada uno tiene sus propios clientes y responsabilidades, lo cual está muy bien porque cada cual tiene su propio terreno, pero me parece muy injusto que pretendan que haga ahora el trabajo que no he podido hacer durante mis tres semanas de baja (que no de vacaciones). La solución pasa por trabajar en casa horas y horas durante el fin de semana pero finalmente he decidido que este fin de semana me merecía tener tiempo para mí, para disfrutar del buen tiempo y de mi embarazo ahora que por fin me encuentro bien. Procuraré sacar tiempo de debajo de las piedras, pero eso será entre semana.
Por fin esta semana no me pasa nada, me encuentro estupendamente e incluso he pasado horas y horas sin acordarme del embarazo. Ya tengo mucha mejor cara y la panza sigue teniendo aproximadamente las mismas dimensiones que la semana pasada, lo cual está muy bien. Eso sí, del peso no se nada.
Me ha salido un sarpullido en la barriga que pica un montón y definitivamente creo que es alergia a la crema anti-estrias. Últimamente tengo la piel mucho más sensible que de costumbre y, aunque he cambiado de crema anti-estrias, el sarpullido seguía ahí y la única manera de deshacerme de él ha sido aplicar aloe vera directamente de una hoja de la gigantoplanta de mi madre... ¡mano de santo!
Por fin voy recuperando mi vida normal y anoche salimos a celebrarlo con una cena en uno de mis restaurantes favoritos del mundo mundial, el Cañadío. Esa ensalada de jamón y fuá me vuelve loca, qué le vamos a hacer ¡¡¡e incluso me tomé una copita de vino!!! que la ocasión lo merecía. Después de casi tres meses sin pisar la calle a más de las 9 de la noche se me había olvidado que independientemente de la hora a la que me acueste, los domingos es imposible para mí dormir más allá de las 9.
Ayer por la mañana por fin pudimos hacer una mini-excursión a la costa quebrada para estrenar el nuevo objetivo de Carlos, el 10-24 ¡¡¡y es increíble!!! Yo sigo con mi 50mm soldado a la cámara y me pasé toda la mañana haciendo fotos con una F de 3,2, así que me imagino que todas las fotos habrán salido desenfocadas... ¡¡¡pero lo bien que lo pasamos no me lo quita nadie!!!
Hoy hace sol, a ver si consigo que vayamos un ratito a la playa porque me muero por unos rayitos.