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martes, 28 de mayo de 2013

La ginecóloga

Hay quien se embaraza con conocimiento de causa y quien lo hace así a lo loco, imaginándose un retoño ideal como los de los anuncios de la tele y creyéndose que esto del embarazo va a ser un camino de rosas plagado de mimos, carantoñas y antojos. Reconozco que cuando empezó todo esto yo era de esta categoría, de las ilusas.

Cuando supe que estaba embarazada pedí cita a una ginecóloga que en principio era estupenda, pero a la que yo no conocía de nada. Craso error. No me sorprendió demasiado que me diera cita para tres semanas más tarde, que esto de los ginecólogos es un negocio boyante y pueden permitirse el lujo de darte cita cuando les de la gana, pero la hora ya me extrañó un poco más, porque eso de ir al médico a las 9 de la noche me sonó raro desde el principio.

Entretanto, como una es un culo inquieto, pedí cita con el médico de cabecera de la Seguridad Social más que nada para que conste en algún sitio el "detalle" del embarazo y que me den la baja maternal cuando me toque, que para eso cotizo puntualmente cada mes. De aquella consulta salí con una receta de ácido fólico y una cita con la comadrona tan sólo tres días después.

Visto que aún faltaban más de dos semanas para la visita a la ginecóloga, llegado el día en cuestión me presenté en la consulta de la matrona con mi madre y mi cara de no-sé-dónde-me-estoy-metiendo. Curiosa que es una. Después de 50 minutos de interrogatorio salí de allí con una cartilla de embarazo con un montón de cosas apuntadas, dos libros, unos cuantos consejos útiles, citas para pruebas de las que no había oído hablar jamás y la confianza en que todo saldría la mar de bien con aquella matrona tan maja y todas las atenciones que nos había dedicado a mi cigoto y a mí.

Ya tenía ganas de ir a la ginecóloga "de verdad" para ver qué más me contaba. El padre de la criatura vino conmigo esta vez y nada más entrar por la puerta, una enfermera al más puro estilo Jenny (con chicle incluido) nos dice que llevan un poco de retraso y que tendremos que esperar unas dos horas... ¿eh? ¿dos horas? ¡¡¡pero si son las 9 de la noche!!! ¿¿¿quieres decir que tenemos que estar aquí hasta las 11 esperando??? Una sala de espera atestada de gente sirvió como respuesta así que,  haciendo caso a los sabios consejos de la enfermera de medio pelo, nos vamos por donde hemos venido para hacer tiempo. Por suerte mis padres viven al final de la calle.

A las 11 de la noche, volvemos puntuales a la consulta y no tardan mucho en llamarnos a filas. Por fin conocemos a la famosa ginecóloga, que tras un par de astutas preguntas cae en la cuenta de que a lo mejor estoy embarazada. Me pregunto de qué valió la conversación que mantuve tres semanas atrás con la enfermera de medio pelo, pero no abro la boca.

A partir de ahí se suceden unos cuantos episodios que no merece la pena detallar, que bastante menoscavada quedó aquel día mi dignidad. Por fin me dejan recomponer mis vestiduras y sentarme como una persona normal y entonces comienza una breve (brevísima) entrevista en la que la astuta genecóloga se da cuenta de que he pasado ya por la consulta la matrona (pecado mortal) y, a partir de ese momento, pierde a mi juicio todo el interés y la profesionalidad. Ni atenciones, ni consejos y ni un poco de respeto siquiera, que creo yo que es lo mínimo que uno debe tener con los demás por muy médico que se sea. Aquella tía me espabiló sin más, sin pesarme siquiera para fingir que iba a hacerme el seguimiento del embarazo y con la firme convicción de que a esas alturas el especialista en ecografías ya no tendría citas disponibles para ver a mi bebé a las 12 semanas de gestación. Según ella, todo un desastre.

Ya me iba yo con un buen disgusto tras semejante experiencia cuando a la altura de la puerta me asalta la enfermera de medio pelo con un papel en cada mano dispuesta a que firme aquello sin saber ni de qué se trata. Para mi sorpresa uno de los papeles era mi autorización expresa para que me hagan una amniocentesis de la que ni siquiera me habían hablado. Así, como si nada. De aquella consulta salí con un cabreo tremendo que se convirtió al rato en un disgusto de dimensiones bíblicas y la firme convicción de que no volverían a verme el pelo.

Y entonces es cuando yo me pregunto para qué pago religiosamente mi cuota trimestral del seguro médico privado, que lo mío me cuesta.

viernes, 24 de mayo de 2013

Printfriendly y el libro de cocina

Mi madre tiene un libro de cocina de los que ya no se venden en las tiendas. Literal, ya no lo venden en ningún sitio. Es un tesoro de esos que sólo tienen las madres y las abuelas. Estoy convencida de que también tu madre tiene algún tesoro que el día de mañana te encantaría heredar ó que, si has tenido suerte, tu mami ya te ha dado después de dar mucho la lata. Mi hermana y yo hace tiempo tuvimos la suerte de heredar unos cuantos collares y pulseras con los que se nos cae la baba, pero creo que eso se merece un post aparte.

Volviendo al libro en cuestión, a mí me maravilla básicamente por dos cosas: contiene recetas de todo tipo (desde el postre más rebuscado hasta unas simples lentejas) y siempre utiliza ingredientes sencillos de los que tenemos habitualmente en la cocina. Esto me parece especialmente útil, más que nada porque  no necesitas ir corriendo a comprar lo que siempre te falta para poder hacer las recetas de Karlos Arguiñano. Un tesoro, ya digo.

A falta de super libro de las recetas, cuando quiero cocinar algo concreto no me queda otra que acudir a las tecnologías, que para eso somos tan modernas que no venden libros de cocina como los de antes:

- Opción A= Teléfono: llamo a mi madre para que me de la receta con toda la paciencia del mundo ó a mi suegra, que para eso es muy innovadora y le encanta hacer las recetas que encuentra en las revistas

- Opción B= Internet: rebusco hasta que encuentro alguna receta que me convenza y entonces es cuando entra en juego Printfriendly, porque aunque estén sacadas de internet a mí me gusta guardar las recetas para la próxima y si puede quedar mono, mucho mejor.

A menudo nos encontramos con páginas web la mar de monas con contenidos que nos gustaría imprimir. Estos diseños tan monos se llevan bien con la pantalla del ordenador, pero muy mal con la impresora así que a veces cuando intentas trasladar al papel eso que estás viendo con tus ojitos lo que escupe tu impresora es un taco de hojas con texto corrido, banners, logotipos y toda la pesca. Un despilfarro, vaya. 

Printfriendly es un servicio online gratuito que optimiza el contenido de la web deseada y lo convierte en un archivo PDF que recoge lo que realmente te interesa. Una vez generada la vista previa, puedes imprimirla ó guardar en tu ordenador el archivo PDF.

Utilizar Printfriendly es muy sencillo: tan sólo necesitas copiar la URL de la página que te interesa, pegarla en su sitio web y pinchar en el botón "Print Preview" para obtener la vista previa. Si te gusta como queda, lo imprimes ó lo guardas; si quieres eliminar algo, lo quitas; y si no te gusta, pues nada.

PASO 1: Quiero hacer un bizcocho de coco y he encontrado un blog con la receta perfecta. Es este:

PASO 2: Copio la dirección URL y la pego en Printfriendly:

PASO 3: Pincho en "print preview" para generar la vista previa. Si te fijas, en la parte superior aparece la dirección URL de la página de la que saqué la receta, lo cual es muy útil para poder volver a por otras y no quitarle méritos al autor de la página.


PASO 4: Pincho en "Imprimir" para guardar la receta en mi archivador-recetario ó en "PDF" para generar el archivo y guardarlo en mi ordenador.


Ahora que tengo la receta, a ver qué tal me sale. Tenía yo muchas ganas de hacer un bizcocho de coco, ya os contaré qué tal me ha ido que mucho Printfriendly, pero lo realmente interesante es hincarle el diente a uno como el de la foto... ¿o no?

lunes, 20 de mayo de 2013

Pero bueno, ¿dónde te metes?

Lo bueno de tener un blog que no leen cantidades ingentes de personas es que una puede desaparecer del mapa sin motivo aparente y no pasa nada. Nada de nada. Supongo que de la misma manera una puede volver y hacerse la disimulada como si no hubiera estado un montón de meses sin escribir ni una coma y tampoco pasará nada.

Durante estos meses me han pasado cosas importantes. En febrero nació Fiscalidad para dummies, un blog sobre cuestiones económicas y fiscales pensado para ayudar los valientes que intentan poner en marcha un negocio y escrito con todo el amor del mundo. Pasé muchísimas horas escribiendo contenidos útiles y de calidad (la mayoría de los cuales están a día de hoy sin publicar), me volqué sobre ese proyecto con todas mis fuerzas y acaricié por fin la posibilidad de empezar mi propio negocio de asesoría online... pero a veces el destino es caprichoso y cuando más despistada está una va y te trae el regalo que llevabas esperando tanto tiempo.

En el mes de marzo unos análisis confirmaron la mejor de las noticias: a principios de noviembre seré mamá y me siento inmensamente feliz. Es un bebé muy deseado y que, sin haber nacido siquiera, ya ha hecho un montón de cambios en nuestras vidas. Algunas cuestiones que antes me parecían vitales ahora me parecen superfluas, cosas que "necesitaba" hace tan sólo unos meses hoy me parecen accesorias y por supuesto mi orden de prioridades no tiene nada que ver con el que tenía antes de saber que dentro de poco seremos tres.

Ni que decir tiene que ahora la prioridad es el bebé y cuidar de nuestra salud. Fabricar una mini-personita dentro de ti es una tarea agotadora y que durante los primeros meses tiene multitud de "efectos secundarios" tales como náuseas, mareos, vómitos, malestar y acidez de estómago, así que después de una jornada laboral de 8 horas con horario partido una llega a casa sin ganas de nada más que chupar pastillas de Almax e irse cuanto antes a dormir.

Con semejante panorama llega el fin de semana y no te quedan fuerzas para grandes cosas. Nada de ordenadores, de impuestos, de cosas relacionadas con el trabajo... nada de fotos, ni de newsletters ni de calendarios del contribuyente molones.... sólo te quedan ganas de sentarte tranquilamente en el sofá con un buen libro y de salir a pasear para estirar las piernas y notar por fin el aire en la cara.

Después de estos tres primeros meses ya me encuentro muchísimo mejor, de hecho creo que vuelvo a ser yo de nuevo. La verdad es que no me siento con fuerzas ni ganas de seguir con el tema de la asesoría online en primer lugar porque necesito dedicarme a mí misma y a mi salud parte de mi tiempo libre, y en segundo lugar porque con un trabajo y un bebé más adelante será imposible seguir con el proyecto de la manera que me gustaría hacerlo.

De lo que sí me siento con ganas es de continuar con este blog y poder ir contando poco a poco cositas del embarazo y del bebé, además de los contenidos habituales. Este blog nació como una especie de cuaderno de bitácora sobre mí, sobre mi vida y sobre las cosas que hago y que me van pasando, y en este momento me apetece muchísimo poder plasmar los detalles de una etapa tan especial como es el embarazo. Precisamente ayer Carlos entró en el blog y se puso a mirar las entradas que hay escritas. Entonces empezamos a hablar sobre las anécdotas del momento de hacer las fotos, sobre lo ricas (o incomestibles) que resultaron algunas recetas y sobre cositas de nuestra vida que de alguna manera están ahí recogidas.

Quiero continuar con eso, y espero que te quedes al otro lado para compartirlas conmigo.
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